Cualquiera de nuestros equipos está formado por una serie de piezas y dispositivos que trabajan de forma conjunta con un fin específico. Algunas de estas piezas tienen mayor desgaste y a medida que más trabajan, más se desgastan. Las piezas mecánicas, de fricción o de movimiento, suelen ser las primeras en vencer su vida útil.
Como en cualquier sistema, la avería de la pieza más pequeña puede comprometer el funcionamiento de todo el conjunto. Adicionalmente, el consumo eléctrico de cualquier equipo es una sumatoria de los pequeños consumos de cada parte. Así, con el desgaste y el paso del tiempo, un equipo cualquiera puede reducir significativamente su eficiencia.
Por lo general, la solución puede ser el reemplazo del equipo por un modelo más nuevo para recuperar la eficacia. Sin embargo, ciertos equipos, por su tamaño, función o coste, suelen ser más difíciles de sustituir de forma sencilla. Y, es aquí, cuándo un plan de mantenimiento periódico puede ser la solución.
El mantenimiento preventivo no es más que una revisión periódica y con el equipo en funcionamiento, por parte de un técnico especializado. Este profesional analiza la función del equipo y sus piezas de forma separada. Sustituye aquellas piezas con mayor desgaste, filtros, lubricantes y otros consumibles que reducen la eficacia del equipo en su conjunto.
De esta forma, el equipo puede recuperar sus niveles de operatividad, eficiencia y consumo sin tener que invertir en su sustitución. Por otro lado, este mantenimiento puede advertir a tiempo cualquier avería que comprometa al equipo y su funcionamiento. El mantenimiento preventivo es recomendable en todos los equipos de nuestro hogar, pero principalmente en los más costosos y de mayor utilidad. Veamos cuáles son.